la cura para el llanto
de un hombre llorando
está en escuchar su propio llanto.
Un cura no sabe llorar,
sólo sabe rezar,
y además, también sabe cantar.
Escuchando que los hombres
también lloran,
pongo nombre a cada hora.
¡Viva la alegría!
sigamos celebrando el día,
deja el "yo por ti moriría"
¡No vale la pena tu melancolía!
ni tampoco la mía,
aunque por altruismo,
centré en privarte de tu carestía.
Quieres cura,
yo alegría futura.
Buen día aún a oscuras.